viernes, 30 de noviembre de 2007

¿Es rentable ser bueno?


Durante los últimos días he tenido sendas conversaciones con algunos amigos respecto a que me parece mejor ser bueno y parecer tonto, a ser malo y parecer ante el mundo que "la llevamos" solo por el hecho de hacer lo que el mundo considera correcto (hacer el mal parece de moda). Pareciera que brillan más los malos, se notan más, ¿o estoy equivocado?. Ser bueno es un trabajo, sentir que Dios habita en el otro es una misión del día a día. Honestamente, no es tan sencillo ver que Dios vive en aquellos que nos hacen mal, en aquellos que parecen abiertamente dañinos y a ojos humanos más encima, parecen ser más exitosos. Encontrarlo en los bondadosos es sencillo, se siente, pero, en aquellos que son abiertamente mala leche....uffff, qué trabajo.
Pues bien, pese a todo, me siento tranquilo al pensar que es mejor ser bueno y buscar estar en paz con Dios y conmigo. Mejor hacer el bien y no el mal.

Comparto un par de textos. El primero, más breve, tomado del libro "Volar sobre el pantano", escrito por Carlos Cauhtémoc, dice : " Los perdedores se asocian y son tantos, que parecen todos, pero los ganadores también existen e igual tienden a asociarse. Búscalos..." En otra parte dice,..."el veneno no mata si no te lo tomas. Que las injurias te entren por un oído y te salgan por el otro".

El segundo texto será el fuerte de esta entrada y es el que a continuación copio.
¿Es rentable ser bueno?

Fuente: Catholic.net
Autor: José Luis Martín Descalzo
Quiero contarles a ustedes la historia de Piluca. Resulta que, en el colegio donde yo fui muchos años capellán, había dos hermanitas –Piluca y Manoli- que eran especialmente simpáticas y diablillos. Y un día, hablando a las mayores (y a Piluca entre ellas) les expliqué como todos los que nos rodean son imágenes de Dios y cómo debían tratar a sus padres, a sus hermanas, como si tratasen a Dios. Y Piluca quedó impresionadísima.

Aquel día, al regresar del colegio, coincidió con su hermana pequeña en el ascensor. Y, como Piluca iba cargadísima de libros, dijo a Manoli: "Dale al botón del ascensor". "Dale tú", respondió la pequeña. "Dale tú, que yo no puedo", insistió Piluca. "Pues dale tú, que eres mayor", replicó Manoli. Y, entonces, Piluca sintió unos deseos tremendos de soltar los libros y pegarle un mamporro a su hermanita. Pero, como un relámpago, acudió a su cabeza un pensamiento. ¿Cómo la voy a pegar si mi hermanita es Dios? Y optó por callarse y por dar como pudo al botón.
Luego, jugando, se repitió la historia. Y comiendo. Y por la noche. Y todas las veces que Piluca sentía deseos de estrangular a su hermana, se los metía debajo de los tacones porque no estaba nada bien estrangular a Dios.

A la mañana siguiente, cuando volvieron del colegio, veo yo a Piluca que viene hacia mí, arrastrando por el uniforme a su hermana con las lágrimas de genio en los ojos, y me grita: "Padre, explíquele a mi hermana que también yo soy Dios, porque así no hay manera de vivir."

Comprenderéis que me reí muchísimo y que, después de tratar de explicar a Manoli lo que Piluca me pedía, me quedé pensativo sobre un problema que me han planteado muchas veces: ¿Ser buena persona es llevar siempre las de perder? En un mundo en el que todos pisotean, si tú no lo haces ¿no estarás llamado a ser un estropajo? ¿Hay que ladrar con los perros y morder con los lobos? ¿Es "rentable" ser cordero?

Las preguntas se las traen. Y, en una primera respuesta, habría que decir que ser bueno es una lata, que en este mundo "triunfan" los listos, que es más rentable ser un buen pelota que un buen trabajador, que para hacer millones hay que olvidarse de la moral y de la ética.

Pero, si uno piensa un poquito más, la cosa ya no es tan sencilla. ¿Es seguro que ese tipo de "triunfos" son los realmente importantes? Y no voy a hablar aquí del reino de los cielos. En ese campo yo estoy seguro de que la bondad da un ciento por uno, rentabilidad que no da acción alguna de este mundo.

Pero quiero hacer la pregunta más a nivel de tierra. Y aquí mi optimismo es tan profundo que estoy dispuesto a apostar porque, más a la corta o más a la larga, ser buena persona y querer a los demás acaba siendo rentabilísimo.

Lo es, sobre todo, a nivel interior. Yo, al menos, me siento muchísimo más a gusto cuando quiero que cuando soy frío. Sólo la satisfacción de haber hecho aquello que debía me produce más gozo interior que todos los triunfos de este mundo. Moriría pobre a cambio de morir queriendo.
Pero es que, incluso, creo que el amor produce amor. Con excepciones, claro. ¿Quién no conoce que el desagradecimiento es una de las plantas más abundantes en este mundo de hombres? ¡Cuántas puñaladas recibimos de aquellos a quienes más hemos amado! ¡Cuántas veces el amor acaba siendo reconocido... pero tardísimo!

Esa es la razón por la que uno debe amar porque debe amar y no porque espere la recompensa de otro amor. Eso llevaría a terribles desencantos.
Y, sin embargo, me atrevo a apostar a que quien ama a diez personas, acabará recibiendo el amor de alguna de ellas. Tal vez no de muchas. Cristo curó diez leprosos y sólo uno volvió a darle las gracias. Tal vez esa sea la proporción correcta de lo que pasa en este mundo.

Pero aún así, ser querido por uno de los diez a quienes hemos querido, ¿no es ya un éxito enorme? Por eso me parece que será bueno eso de amar a la gente como si fuesen Dios, aunque la mitad nos traten después como demonios.

lunes, 26 de noviembre de 2007

Callar es amar


Fuente: www.reinadelcielo.org
Autor: Oscar Schmidt

¿Cuántas veces tenemos ganas de decir, de criticar, de negar, de oponernos, de resistirnos, de imponer nuestro particular punto de vista? Es como un fuego interior, irresistible, el que nos grita. ¡No puedes dejar las cosas así! ¡Es que te están tomando de tonto! En muchas ocasiones, estos impulsos están motivados por el amor propio, mejor dicho, el egoísmo que nos invita a no quedar jamás sin poner la última palabra o dejar en claro que no estamos de acuerdo.

Callar, eso si que es difícil. Callar cuando creemos comprender lo que ocurre, más difícil todavía. ¿Y en que medida conocemos realmente la motivación de aquellos a quienes queremos criticar, o aconsejar, o corregir? ¿En qué medida podemos juzgar a los demás? Las más de las veces tomamos posiciones que, con los años, juzgamos como equivocadas. ¡Que equivocado estaba entonces!, solemos exclamar. ¡Si hubiera sido capaz de guardar silencio!

Me refiero hoy a esa enorme llave del amor, que es el silencio, la humildad de callar y privarnos de pasar a la primera fila, de tomar el micrófono y decir todo lo que pensamos. El poder simplemente observar a los demás, escucharlos, e intervenir sólo cuando tenemos algo positivo para dar, seguros de no estar simplemente tratando de decir algo, de tener nuestro “papel protagónico” bien cubierto.

Callar es sacrificio, es amor. No hacer, privarnos de figurar, son gestos muy interiores, que sólo Dios ve y valora. ¿Quién más puede ver lo que está pasando en nuestro interior, si a nadie lo contamos? Ese silencio es una gigantesca muestra de fe, es entregar a Dios ese sacrificio, sabiendo que El lo ve y lo valora. Dios toma esas muestras de amor y las pone en su alhajero, a buen recaudo de los ojos de los hombres. ¿Que hombre, acaso, es testigo de esos actos de heroísmo interior? Nadie, sólo Dios los ve.

A veces pensamos que nuestro servicio a Dios incluye lo que los demás piensan de nosotros, el juicio que tienen de nuestros actos. No es así. Dios ve nuestro corazón y busca aquello que es sincero, profundo y puro. Si la gente, con juicios del todo humanos, ve en nosotros algo que no somos en realidad, no debemos preocuparnos por la opinión de Dios. El ve las cosas como realmente son, ya que las más de las veces es la hipocresía lo que impulsa los actos de las personas. El Señor, el Justo de los Justos, puro Amor y Misericordia, ve el mundo de modo muy distinto. El quiere que le demos sacrificios interiores, que vayan purificando nuestra alma de las necesidades de figuración y protagonismo, que llenan nuestro corazón de vanidad y egoísmo.

El verdadero heroísmo es el de aquellos que pueden callar, esperar, y privarse de las necesidades propias, en beneficio de los demás. Es una gran muestra de amor, que florece también en nuestra relación con quienes nos rodean. ¿Acaso nosotros mismos no nos sentimos incómodos con aquellos que opinan sobre todo, y nos critican, aconsejan, corrigen y enseñan sobre todo en todo momento?

Sin embargo, no siempre nos irá bien practicando el silencio y la humildad. Algunas veces podremos ser incomprendidos, o malentendidos. Pero es Dios el que conoce la motivación que anida en nuestro corazón en esos momentos. Y El se hará cargo de nuestras necesidades, como siempre, en el instante oportuno.

Señor, hazme manso, prudente y humilde. Dame la fortaleza para callar, esperar y confiar en Ti. Enséñame a hacer pequeños sacrificios interiores que agraden a Tu Corazón Amante, necesitado de pequeños gestos que te recuerden la humildad y el silencio de Tu Madre, en la pequeña casita de Nazaret. Ella, la más perfecta Criatura surgida del Amor de Tu Padre, guardó silencio desde el día en que el Ángel le anunció Tu venida, hasta aquella tarde en que te vio morir en la Cruz. Tú también guardaste silencio ese día. Ahora, Señor, enséñanos a callar, a esperar, a amar.

sábado, 24 de noviembre de 2007

Siempre el mejor amigo....

Dios nos regala amigos y sin duda, nos regaló al mejor, a su propio hijo. Gracias Señor por bendecirme con la amistad de Cristo, de María y también por la amistad en la tierra, con aquellos que has puesto en mi camino y con quienes camino.
Como siempre, les dejo un fuerte abrazo en oración.

PD: los que quieran dejar "comentarios" por favor, no duden en hacerlo...si no están registados en blog y quieren respuesta a su comentario, por favor, me avisan y dejan su mail. Un abrazo +

Imagenes para hi5




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miércoles, 21 de noviembre de 2007

Actualizando el blog...


Hace días que no me había sentado a escribir. He estado organizando mis tiempos, limpiando casa, manteniendo el día a día, buscando la paz y luchando por mantenerla.
He tenido buenos días, gracias a Dios. He podido disfrutar de mi familia, de mis estudios y estar en esa paz que se busca y es tan esquiva. Sigo estudiando para animarme a dar el bendito grado, para animarme a hacer la práctica y comenzar la tésis. He andado algo cansado también, pero, eso es natural cuando se retoma algo que estaba medio olvidado....solo estudiar ha sido un lujo que no me había permitido desde que terminé mi primera carrera...ufff..hace ya varios años (jaja). Ruego a Dios poder seguir en este camino y que todo siga en esta reponedora paz, que fortalece para seguir adelante.
Como siempre, les dejo un fuerte abrazo en oración. Paz y bien.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Sólo semillas


Autor: José Luis Martín Descalzo

Cuentan que un joven paseaba una vez por una ciudad desconocida, cuando, de pronto, se encontró con un comercio sobre cuya marquesina se leía un extraño rótulo: «La Felicidad». Al entrar descubrió que, tras los mostradores, quienes despachaban eran ángeles. Y, medio asustado, se acercó a uno de ellos y le preguntó: «Por favor, ¿ qué venden aquí ustedes?» «¿Aquí? —respondió en ángel—. Aquí vendemos absolutamente de todo». «¡Ah! — dijo asombrado el joven—. Sírvanme entonces el fin de todas las guerras del mundo; muchas toneladas de amor entre los hombres; un gran bidón de comprensión entre las familias; más tiempo de los padres para jugar con sus hijos...» Y así prosiguió hasta que el ángel, muy respetuoso, le cortó la palabra y le dijo: «Perdone usted, señor. Creo que no me he explicado bien. Aquí no vendemos frutos, sino semillas.»

En los mercados de Dios (y en los del alma) siempre es así. Nunca te venden amor ya fabricado; te ofrecen una semillita que tú debes plantar en tu corazón; que tienes luego que regar y cultivar mimosamente; que has de preservar de las heladas y defender de los fríos, y que, al fin, tarde, muy tarde, quién sabe en qué primavera, acabará floreciéndote e iluminándote el alma.

Y con la paz ocurre lo mismo. Hay quienes gustarían de acudir a un comercio, pagar unas cuantas pesetas o unos cuantos millones y llevarse ya bien empaquetaditos unos kilos de paz para su casa o para el mundo.

Claro que a la gente este negocio no le gusta nada. Sería mucho más cómodo y sencillo que te lo dieran ya todo hecho y empaquetado. Que uno sólo tuviera que arrodillarse ante Dios y decirle: «Quiero paz» y la paz viniera volando como una paloma. Pero resulta que Dios tiene más corazón que manos.

Bueno, voy a explicarme, no vayan ustedes a entender esta última frase como una herejía.

Sucedió en la última guerra mundial: en una gran ciudad alemana, los bombardeos destruyeron la más hermosa de sus iglesias, la catedral. Y una de las «victimas» fue el Cristo que presidía el altar mayor, que quedó literalmente destrozado. Al concluir la guerra, los habitantes de aquella ciudad reconstruyeron con paciencia de mosaicistas su Cristo bombardeado, y, pegando trozo a trozo, llegaron a formarlo de nuevo en todo su cuerpo... menos en los brazos. De éstos no había quedado ni rastro. ¿Y qué hacer? ¿Fabricarle unos nuevos? ¿Guardarlo para siempre, mutilado como estaba, en una sacristía? Decidieron devolverlo al altar mayor, tal y como había quedado, pero en el lugar de los brazos perdidos escribieron un gran letrero que decía:
«Desde ahora, Dios no tiene más brazos que los nuestros.»

Y allí está, invitando a colaborar con Él, ese Cristo de los brazos inexistentes.

Bueno, en realidad, siempre ha sido así. Desde el día de la creación Dios no tiene más brazos que los nuestros. Nos los dio precisamente para suplir los suyos, para que fuéramos nosotros quienes multiplicáramos su creación con las semillas que Él había sembrado.


Tomado de "Razones para la esperanza"

miércoles, 7 de noviembre de 2007

¿Has escuchado la voz del silencio?


En un mundo que se inunda de ruidos que le impiden escuchar lo que el corazón quiere expresar, el silencio ha de levantar su voz y de muchas formas intenta hablar, haciéndose notar aún más que las palabras que se suelen pronunciar.

Silencio interior que intentamos acallar, cuando nos habla de nosotros mismos y nos dice aquellas cosas que preferimos pasar de largo o ignorarlas porque nos duele, nos recuerda un pasado que queremos olvidar, o nos confronta con una verdad que no queremos aceptar, porque exige de nosotros cambio para crecer interiormente y poder el mundo transformar.

Silencio exterior que expresa muchas veces soledad, nos aturde con su lamento, sobre todo cuando necesitamos escuchar voces que nos sepan consolar. y otras veces es necesario que hagamos silencio de tantos reproches que hacemos, o del
escándalo que ocasionamos para sentirnos siempre el centro, y nos hacemos los sordos, al dolor de otros que lloran en silencio.

Hay instantes en que más que frases, necesitamos escuchar en el silencio, la presencia fiel del amigo que nos acompaña en el camino, respetando nuestro momento, no dice nada con palabras, pero nos ofrece su fidelidad estando ahí a nuestro lado, en silencio.

A veces el silencio es reproche, cuando surge del dolor que hemos ocasionado o que nos han causado; la respuesta suele ser un abismo de silencio que se hace cada vez más grande, sino hacemos algo para romperlo y acabarlo.

El mismo Dios, nos habla de mil maneras en el silencio; pero se nos dificulta percibirlo por nuestras quejas y lamentaciones, el susurro de otras voces, la algarabía de una sociedad que se siente cada vez más vacía por todo aquello a lo que le da prioridad, dejando de lado lo que realmente es esencial para encontrar la paz que el Amigazo nos quiere regalar.

Son muchas las emociones que propicia el silencio: paz, cuando nos permite reposar, respirar su calma, alejarnos del bullicio que nos atormenta y nos exige marchar a un ritmo que no queremos andar, porque exige ser lo que no somos, aparentar para agradar.

Produce nostalgia y nos hace llorar, cuando en el no podemos hallar la voz de la persona que amamos y que ya no está; duele el silencio que no acaba y queremos aplacar con una llamada, una carta, un detalle, una flor, que nos hable de amor y amistad, nos diga directamente al corazón lo que soñamos escuchar.

El silencio no es mudo como creemos, dice más de lo que con palabras se puede expresar, puede romperse con tan solo su nombre pronunciar; es el espejo que alma utiliza para contemplarse y conocerse más, es el que sabe inspirar porque nos deja contemplar el susurro de la naturaleza que su belleza nos quiere mostrar; es también el lenguaje de Dios que nos grita de mil formas, lo mucho que nos ha de Amar.

Es hora de que escuches lo que el silencio hoy te quiere contar.
Autor: Kary Rojas.

martes, 6 de noviembre de 2007

La vida es demasiado breve para ser mediocre

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Mariano de Blas LC


Que la vida es breve, lo sabemos todos; quizá los jóvenes se imaginan que sí es larga, pero a la medida que pasan los años va penetrando en la mente la irrefutable sensación de que los años pasan, vuelan y no retornan.

Cuando una persona es abuelo por primera vez, es agridulce sorpresa, dulce por el nieto, agrio por lo de abuelo; pero... no hay más remedio que aceptarlo.

Ante esta realidad de la brevedad de la vida, muchos toman sus precauciones, se apresuran desde la juventud a sacarle jugo a la vida; creen con fe ciega que esa es la mejor forma de aprovechar la juventud; y en realidad hacen una sola cosa, dedicar los primeros años de la vida a hacer infeliz el resto de ella, hacen alianza con el vicio: la botella, la droga, el sexo, uno de ellos o los tres a la vez..., mejor los tres que uno; se triplica el placer.

No es infrecuente en estos jóvenes la pereza y el abandono en el estudio, la ligereza e inmadurez en el amor con toda clase de experiencias y el abandono de los restos de fe y valores morales de la infancia. La "ley", es el "placer"; a más placer más vida. Si uno es avanzado en años suele apresurarse aun más que los jóvenes, porque piensa: ‘Estoy haciéndome viejo y no he disfrutado lo suficiente; comamos y bebamos, que mañana moriremos’, en el famoso adagio latino "Carpe diem": "Sácale jugo a la vida"... Y dicho y hecho, se dan prisa en apurar las copas, porque la fiesta se acaba.

Pero algunos piensan que la vida es demasiado breve para ser pequeña, para ser mediocre; ellos también tienen prisa, pero otra clase de prisa y afán, y por eso, desde la misma juventud ponen las bases para hacer constructivo el resto de esa vida. No esperan a ser adultos para sentar cabeza y así: Aprietan en el estudio, aunque les llamen mataditos; no juegan con el amor, porque saben que se queman; no dan un puntapié a sus valores morales, porque saben que los necesitan. Si al llegar a la madurez se percatan de que van rezagados, aprietan el paso porque les queda menos tiempo para hacer algo grande en este mundo.
Y si han llegado a la tercera edad, y ven su tarea bastante incumplida en esta vida, se apresuran a hacer y completar lo que no hicieron en la juventud y en la madurez, porque saben, porque ven que ya no tendrán más tiempo y que, ahora o nunca.

Cuando llegan al final de la vida lo que se dieron prisa en divertirse y nada más, y los que se dieron prisa en cumplir su misión, ambos, miran hacia atrás; uno para decirse a sí mismo: ‘Más me valiera no haber nacido’, el otro para decir: ‘Valió la pena vivir’.

La vida es breve, para ti, para mi, para todos... ¿Cuál es tu prisa? ¿"Carpe diem" o "aprovecha el tiempo" porque la vida es demasiado breve para ser mediocre.?

Si la vida es breve y además la maltratas, eres un pobre hombre. Se vive una vez, se cumplen quince años sólo una vez. Tu sabrás lo que haces con esa pequeña vida.

Por favor, si quieres deja tus comentarios !