sábado, 1 de diciembre de 2007

Saltar al vacío


Ser valiente, atreverse a lanzarse, preparase para dar pasos y caminar orientado por la luz, saber hacia donde ir guiado por la Fe. Conversar con Dios y mis madres del cielo me ayudan a sentir que los pasos que doy son los que me llevan a conseguir la paz. En mi vida me he atrasado en algunos procesos, el término de mi segunda carrera (derecho) fue lento, pausado, pues me caí y me costó levantarme, sentir las ganas de hacerlo y sentir el encanto por lo que hacía. Vivir procesos dolorosos y fuertes totalmente consciente, dedicado...pero, no ser capaz de avanzar en más de un frente. Crecer espiritualmente, fortalecerme me ha servido mucho...ahora me siento decidido a seguir adelante en lo que Dios me regala para este vida. Sé que el tiempo no se recupera, pero, es bueno darse cuenta también que hay que decidirse a retomar el camino y seguir avanzando. Este tiempo de aparente letargo fue un hacer crecer raíz. Quedarse estático no genera más que eso....estar estático. La vida se pasa y hay que disfrutarla, vivirla y servir. Tantos no pueden dar los pasos que doy, por lo tanto, no me queda más que tomarme firme de la mano de Dios, de mis madres del cielo y caminar con el empuje de los que me quieren, mi familia y amigos. A todos los que rezan por mi, gracias.
Como siempre, les dejo un texto y un fuerte abrazo en oración.



Saltar al vacío
Fuente: Catholic.net
Autor: P. Miguel Segura

Cada vez que veía fotos de hombres lanzándose desde un avión, el joven sentía la necesidad interior de estar entre ellos. Quería ser paracaidista.

-¿Por qué ellos sí y yo no? -se decía.

Lo primero que hizo fue conseguir un instructivo sobre diversos tipos de paracaídas. Después inició y concluyó un estudio comparativo de aviones modernos. Como se dio cuenta de que ignoraba muchas cosas, decidió estudiar también un master en caída de cuerpos, atracción de masas y fricción. Concluyó su preparación con un año de estudios meteorológicos y movimientos de corrientes de aire.

Por fin, cuando se sintió preparado, eligió cuidadosamente el avión. Era un bimotor que aún seguía en uso y tenía buen aspecto.

Al despegar le dijo al piloto que se dirigiera al punto que, ya antes, le había señalado en el mapa con una regla y un compás. El momento se acercaba y al elevarse el avión, el joven sentía más y más el vértigo entusiasmante de volar.

Por fin, cuando se encontraban a la altura perfecta se levantó del asiento, abrió la escotilla y sintió el viento helado en la cara. Permaneció allí unos instantes llenando los pulmones con el puro azul del cielo...

Pero no saltó.

Cerró la escotilla y mandó aterrizar. Había olvidado que para saltar hace falta una cosa más. Ser un valiente.

Conozco a quienes pasan la vida preparándose para orar; buscan métodos de oración novedosos y consejeros de todo tipo pero, llegado el momento, no hablan con Dios. Y es que para hablar con Dios hay que ejercitar la fe y olvidan que para vivir de fe hace falta... ser un valiente; o sea, pedirla.

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